sábado, 11 de noviembre de 2017

Narcomenudeo

Un líder, con apoyo familiar, se encarga de montar una verdadera estructura para satisfacer la demanda en los barrios. Las bandas que venden sustancias prohibidas en nuestra provincia se inclinan cada vez más a este tipo de estrategia para continuar con el negocio.



Con varias viviendas

Los líderes buscan varias casas para desarrollar el negocio. En la más escondida y protegida, ocultan las drogas y los elementos que utilizan para fraccionarlas. En el mismo barrio encuentran otras viviendas para vender las sustancias. En estos quioscos -como se los llama en la jerga policial- siempre tienen la sustancia necesaria para atender la demanda diaria, ya que así evitan pérdidas importantes si es que llegan a ser descubiertos por las autoridades. Otros reacondicionaron las casas para que los compradores consuman en el lugar. “Es otra manera de evitar ser detenidos. Llega la Policía y encuentra que la sustancia es para consumo personal”, secretario de Seguridad.

Una de las características de esta banda es la cantidad de gente que tiene a sus servicio. Contratan a personas para que atiendan los quioscos, vigilen la zona donde están instalados, trasladen y custodien la droga por el barrio y, en algunos casos, se encarguen de cobrar a los adictos morosos. El control de todo el “personal” está cargo del líder o de sus familiares. Para la venta, según los últimos allanamientos realizados por la Policía y las fuerzas nacionales, contratan a mujeres embarazadas o madres de chicos de hasta cuatro años y menores para que no queden detenidos. “Es una estrategia que se va modificando, pero ya hay jurisprudencia que agrava el delito a aquellas personas que la usan”, aseguró Hofer. La paga, según explican investigadores, es de $100 a $200 por día -turnos de entre ocho y seis horas-, pero puede ser menor si es que también le entregan droga como forma de pago. Justamente, con sustancias les abonan a los “vigiladores”.

La zona en la que están instaladas estas bandas definirá qué droga comercializará. Por ejemplo, en los barrios más marginales, sólo se dedican a la venta de “paco” a un valor de $ 10. En otros lugares, además de esa droga, también comercializan “alita de mosca” que cuesta entre $ 100 y $ 105. Las tizas de cocaína (10 gramos) se cotizan entre los $100 y los $1.200, según su calidad. El cigarrillo de marihuana, conocido vulgarmente como “porro”, se lo vende a $10. Los 25 gramos, en cambio, van de los $ 200 a los $ 300, según su calidad. Las organizaciones más importantes ofrecen todas estas sustancias en un mismo lugar.



El líder

En la mayoría de los casos son hombres que se hicieron ganar el respeto en las calles. Ellos son los cerebros de cada organización y encuentran en sus familiares el principal apoyo para hacer crecer el negocio. Esposas, hijos, hermanos y sobrinos forman parte de su ambiente más cercano y son los que lo ayudan a tomar decisiones importantes. Los vecinos le temen, porque son hombres a los que consideran violentos y con contactos importantes que les permiten desarrollar el “narcomenudeo”. 

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